“Pasé muchos años pensando que lo que a mí me había ocurrido era un castigo válido porque mi fuga había provocado la desaparición de mi hermano. Yo no quería justicia, para mí la justicia era inmerecida absolutamente”, relata Emma Molina Theissen, sobreviviente de violencia sexual durante el conflicto armado interno en Guatemala.
La suya y la de su familia fue una prolongada y silenciosa espera. Emma, su mamá y sus dos hermanas esperaron por más de 34 años para que se empezara a hacer justicia. Marco Antonio Molina Theissen, su hermano menor, fue detenido y desaparecido a los 14 años, en 1981. Hombres armados lo secuestraron después de que su hermana Emma se fugara de una base militar en la que estuvo detenida durante nueve días y en los que sufrió torturas y agresiones sexuales. En 2018, cuatro altos mandos exmilitares fueron sentenciados por un tribunal guatemalteco por los delitos de violación y desaparición forzada.
“El día que capturaron a los cuatro señores yo caí derrumbada, aterrorizada, y dos años después tuve la capacidad de sentarme frente al tribunal y decirles a ellos, al tribunal y al país todo lo que estaba en mi corazón”, recuerda Emma describiendo su recorrido para acceder a la justicia.
Emma y su familia formaron parte de un proceso de atención psicosocial antes, durante y después del juicio, brindado por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial, en el marco del Programa de Acompañamiento a la Justicia de Transición (PAJUST II) del PNUD. Asimismo, desde 2010 el PAJUST contribuyó en las diferentes etapas procesales de este caso a través del fortalecimiento de capacidades del Ministerio Público y del equipo jurídico que asesoró a la familia en su rol como querellante adhesiva.
“Todo este proceso ha sido profundamente sanador, muy dignificante y reparador. No me sentía merecedora de la vida y menos de justicia. En medio de todo eso, con todo el amor de mi familia y con todo el amor hacia el país, pues elegimos vivir y buscar justicia, sin pensar que llegaría y ahora llegó”, explica, recordando los momentos de dolor, pero también el apoyo recibido de una amplia red social.
El testimonio de Emma fue fundamental para conocer y entender que había ocurrido con Marco Antonio, pero también para dar a conocer su propia historia. Con determinación y valentía alzó la voz marcando un hito en favor del acceso a la justicia para mujeres sobrevivientes de violencia sexual y para las familias que aún buscan a sus seres queridos.