Reconstruyendo vidas
Silvia, una historia de esperanza y resiliencia. Ella, al igual que muchos, ha tenido que reconstruir su hogar después de las tormentas tropicales Eta e Iota.
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En 2020, las tormentas tropicales Eta e Iota, afectaron a Guatemala y otros países de Centroamérica, provocando inundaciones y desastres con su paso. Entre los departamentos que sufrieron más daños en Guatemala, se encuentra Izabal, donde los daños fueron de gran magnitud, por ejemplo: en la aldea El Sesteadero, cerca del río Motagua, vive Silvia Flores, una lideresa de la comunidad, integrante del COCODE, quien nos comparte su experiencia. Ella, al igual que muchos vecinos ha tenido que reconstruir su hogar, después de la tragedia.
Silvia Flores, de 22 años, vive en la aldea de El Sesteadero desde que tiene memoria, llegó cuando tenía apenas un año de edad. La razón por la que su familia dejó su antiguo hogar, de igual forma, fue debido a una tormenta tropical. Silvia informa que a pesar que El Sesteadero también representaba un área de riesgo, no habían tenido un problema grave desde la tormenta tropical Agatha, en 2010. Sin embargo, enfatiza que los daños causados por las tormentas Eta e Iota, fueron a una escala más grande, afectando a toda la comunidad.
Silvia, forma parte del COCODE, comenta que le otorgaron el puesto de secretaria y, constantemente agradece el hecho que la tomen en cuenta y, a más jóvenes, en eventos de capacitación. Sin embargo, lo que la motivó a involucrarse en el ámbito de desarrollo, fue el deseo de poder ayudar: “uno se involucra para poder ayudar a la comunidad y estar pendiente de cualquier desastre; y por la satisfacción de saber que estás haciendo algo por los demás”.
Con la llegada de las tormentas Eta e Iota, Silvia fue evacuada de emergencia junto con su familia, abandonando su hogar y parte de sus animales. “Personas de buen corazón vinieron a evacuarnos en carros, a nosotros y a los animales, pero, aun así, muchos se ahogaron”, “es lo que más se extraña”, dice Silvia, con una mirada de nostalgia, “ver las plantaciones verdes y nuestra granja llena de animales”. Familias de toda la comunidad, perdieron sus cosechas y tuvieron que presenciar cómo gran parte de sus animales eran arrastrados por las corrientes de agua y, finalmente, se ahogaban. De esta forma, vieron caer no solo sus hogares, sino también, sus principales fuentes de ingreso.
Antes de la tormenta, Silvia y su familia, conformada por su madre y su hermano menor de 17 años, se dedicaban a la siembra de plátano, maíz y frijol, disfrutando de los ingresos que generaba su granja familiar. “Volvimos a sembrar después de las tormentas, pero algunas cosechas tardan 8 o 9 meses, por lo que nuestra economía familiar se vio bastante afectada”, comenta.
Por las radios comenzaron a alertar sobre el peligro de la situación, y la municipalidad puso a disposición vehículos para la evacuación. Los vehículos se cargaban rápido, los albergues también.
Fue una situación que llenó de incertidumbre a las personas afectadas; sin embargo, la solidaridad mostrada por el país y diferentes instituciones; además de las acciones realizadas por el Sistema de las Naciones Unidas en apoyo a las comunidades, crearon sentimientos de esperanza y apoyo que en el momento se requería. Silvia expresa que la comunidad se encuentra agradecida con Naciones Unidas, y con todas las personas e instituciones que les han brindado ayuda y, no los han desamparado en el proceso de reconstruir sus hogares y comunidad.
El segundo momento de impacto para Silvia, fue cuando las condiciones permitieron que dejara el albergue en el que se encontraba y regresar a su hogar, ya que no sabía qué esperar o cuál era la magnitud final de los daños. “Cuando regresamos a nuestra comunidad había mucho lodo; muchas casas hechas de madera fueron dañadas por la humedad y las termitas; además, los cultivos de plátano, maíz y frijol se destruyeron por completo”, añadió Silvia, mientras enfatizaba que había sido una experiencia bastante trágica.
Durante este proceso, la donación de insumos de limpieza y víveres que la comunidad recibió por parte de todo el país, fue valiosa e importante. Así como la ayuda en la reconstrucción de casas y lugares de servicios básicos. Actividades, en las que Naciones Unidas ha colaborado arduamente, visitando la comunidad, donde adjunto se encuentra El Refugio de la Niñez y otras instituciones. Esto, afirma Silvia que tocó su corazón, “nuestra comunidad es un lugar donde las ayudas casi no llegaban y era muy poco conocida porque la entrada es muy difícil y, Naciones Unidas vino con otras instituciones para que conocieran la comunidad y pudieran ayudarnos. Eso es algo que se valora y agradece bastante”.
Silvia y la comunidad, han demostrado una buena actitud de resiliencia, ya que las pérdidas sufridas, para muchas personas representaban el trabajo de toda su vida. Y más allá de reconstruir sus hogares, han tenido que reconstruir sus vidas. Sin embargo, no han estado solos en este proceso. Naciones Unidas y la población guatemalteca, continúan uniendo esfuerzos para apoyar a la aldea El Sesteadero y todas aquellas comunidades afectadas, para no dejar a nadie atrás. Silvia afirma “después de esto, todos nos volvimos muy unidos”.