Poner fin a las desigualdades
Discurso en el día mundial del Sida del Director y Representante de ONUSIDA, Héctor Sucilla.
(El texto pudo cambiar al momento de pronunciarse el discurso)
Estimadas personas que viven con VIH, personas de las poblaciones clave, autoridades gubernamentales, activistas de la sociedad civil organizada, instancias de cooperación, académicos; y aliados en general de la respuesta multisectorial al VIH en Guatemala que hoy nos acompañan. Reciban un cordial y afectuoso saludo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA).
A cuatro décadas de pandemia de VIH y dos años de pandemia de covid-19, nos encontramos reunidos para conmemorar un “Día Mundial del sida” en un contexto donde las desigualdades sociales, económicas, de acceso a la salud y en materia de derechos humanos se hacen cada día más grandes.
Cerca de 33 mil personas viven con VIH en Guatemala; y durante el último año se dieron menos de mil nuevas infecciones por VIH y menos de mil muertes a causa del sida. Por otra parte, se han registrado en el país cerca de 618 mil casos de covid-19 desde el inicio de esta pandemia y casi 16 mil muertes registradas atribuibles a este coronavirus. Los indicadores de la cascada de atención integral de VIH evidencian que el 77% de las personas con VIH conocen su diagnóstico, que apenas el 64% están en tratamiento antirretroviral y que el 56% tienen carga viral suprimida. Por otra parte, poco más de cuatro millones de personas cuentan con un esquema de vacunación completo contra covid-19.
Estas cifras reafirman que Guatemala, al igual que el resto del mundo está viviendo dos pandemias; y que aún tenemos muchas brechas por cerrar para terminar con éstas. Incluso, corremos el riesgo de sufrir una reversión de lo hasta ahora logrado para acabar con la pandemia de sida, ya que toda la atención se ha desviado a la COVID-19.
Necesitamos ser consientes y notar que la pandemia de sida no se tomó un descanso durante la de COVID-19; y reconocer que las respuestas innovadoras al sida, centradas en la comunidad y lideradas por la comunidad han demostrado ser resistentes a las interrupciones provocadas por la COVID-19. Sin embargo, dichas interrupciones nos han pasado factura. Las personas se siguieron infectando por VIH, especialmente los grupos de población clave, adolescentes y jóvenes; y como se evidenció anteriormente, seguimos teniendo muertes que lamentar a causa de enfermedades relacionadas con el sida. Aunado a lo anterior, las personas que viven con el VIH y que están afectadas por el virus continuaron sufriendo estigma, discriminación y las violaciones de sus derechos humanos, en distintos entornos.
Sí, bien es cierto que hemos tenido progresos destacables en la lucha contra el VIH, aún nos queda mucho camino por recorrer para terminar con la pandemia del VIH como un problema de salud pública y amenaza al desarrollo sostenible.
En junio de este año, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha acordado unos ambiciosos objetivos mundiales en materia de sida para el año 2025 en el marco de una nueva declaración política aprobada por los Estados miembros, incluyendo Guatemala. Para hacer realidad estos objetivos, es necesario articular respuestas multisectoriales a la epidemia que se centren en acabar con las desigualdades, invertir en acciones lideradas por la comunidad y asegurar los derechos humanos.
A pesar de este compromiso renovado para terminar con la pandemia del VIH, no estábamos preparados para la COVID-19 y hemos visto las consecuencias en el sufrimiento humano y la carga financiera. Por lo que de ahora en adelante necesitamos sumar esfuerzos para estar preparados y listos para responder a futuras pandemias mediante estrategias y acciones enfocadas a abordar de una manera integral las desigualdades, asegurando un fuerte liderazgo político, acción y responsabilidad compartidos, priorizando las inversiones en salud y desarrollo.
Son las personas, y no los virus, quienes deben estar en el centro de la preparación y la respuesta ante las pandemias. Debemos prestar atención para identificar a quienes están en mayores contextos de vulnerabilidad y proteger a los grupos más afectados en las pandemias actuales como en las futuras.
Los grandes avances en materia de VIH se comenzaron a lograr cuando empezamos a tomar en cuenta a las personas más vulnerables y se les incluyó en los procesos de toma de decisiones sobre su propia salud.
Debemos asegurar que los sistemas de salud pública involucren y capaciten a las comunidades más afectadas por el VIH; así como también
invertir en trabajadores para la adecuada operación de servicios esenciales y protegerlos a todos ellos, desde los trabajadores sanitarios comunitarios hasta los médicos, profesores, trabajadores sociales y cuidadores no remunerados, entre otros.
El acceso a medicamentos, vacunas y diagnósticos asequibles es una parte crucial de la preparación para las pandemias; y deben considerarse bienes públicos para proteger las personas. De manera sinérgica, la inversión en sistemas robustos de información con datos integrados y centrados en las personas es altamente prioritaria. Sin datos desglosados, las desigualdades permanecen ocultas y los programas corren el riesgo de ignorar a quienes son más vulnerables y se encuentran en mayor riesgo.
Por último, no debemos olvidar que debemos mantener los derechos humanos y la igualdad de género en el centro de las respuestas a las pandemias para lograr cerrar las brechas de desigualdad.
Estamos ante un momento histórico, no hay mañana, no podemos ser condescendientes ni indiferentes. ¡Pongamos fin a las desigualdades, pongamos fin al sida y pongamos fin a las pandemias!
¡Muchas Gracias!