El Covid-19 nos obliga a mirar al mundo
Las medidas tomadas hasta ahora son acertadas para proteger la vida de los(as) guatemaltecos de los riesgos más inminentes que representa este virus.
Por Rebeca Arias Flores, Coordinadora Residente del Sistema de las Naciones Unidas en Guatemala
El aeropuerto está cerrado. Las calles casi vacías. Ni los restaurantes ni los centros comerciales abrieron en Guatemala. Es una situación sin precedentes en la historia del país. Es difícil comprender la magnitud de lo que ha pasado en Guatemala (y en el mundo) en solo unas cuantas semanas a raíz del Covid-19 y las medidas de prevención ―y ahora de contención― para hacer frente a la crisis.
Las medidas tomadas hasta ahora son acertadas para proteger la vida de los(as) guatemaltecos de los riesgos más inminentes que representa este virus. Estas incluyen suspender las actividades laborales en el sector público y privado, prohibir los eventos, parar el funcionamiento del transporte urbano e intraurbano, limitar la locomoción a los habitantes entre las 16:00 y las 4:00. El Presidente también ordenó cerrar los centros comerciales y las fronteras, todo con algunas excepciones.
Estas acciones en buena medida se alinean a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la agencia de Naciones Unidas que ha estado al frente apoyando la respuesta de los países a este virus desde que el mismo apareció en China hace más de dos meses. En su comunicado del 16 de marzo, el Dr. Tedros Adhanamon Ghebreyesus, Director General de la OMS, recalcó la importancia de escalar las medidas de distanciamiento social, al mismo tiempo que identificar oportunamente los nuevos casos implementando las medidas de aislamiento y de cuarentena para todos los posibles contactos para para reducir la transmisión y evitar que los sistemas de salud colapsen. Aislar a las personas puede parecer una medida extrema, pero las situaciones extremas pueden requerir medidas extremas.
El Dr. Ghebreyesus también expresó su especial preocupación por los países en desarrollo donde el virus puede tener un impacto especialmente severo entre la población vulnerable, como lo son los niños con problemas de nutrición. Infortunadamente Guatemala es uno de estos países.
La situación especial de Guatemala frente al Covid-19
El sistema de salud de Guatemala heredado en enero pasado por la administración del Presidente Giammattei, es un reflejo de la escasa inversión en salud que hace el país. El porcentaje de fondos públicos en el gasto total de salud alcanza solamente un 2% del PIB, muy por debajo del 6% recomendados por la OPS/OMS. De esta forma Guatemala presenta el gasto de bolsillo de salud (pagado directamente por las personas) más alto de la Región de las Américas a casi un 55%, poniendo así la barrera financiera como uno de los obstáculos más sentidos por la población en el acceso a servicios básicos de calidad. La falta de financiamiento crónico se observa también en la infraestructura no renovada, hoy adecuada para la población que tenía Guatemala en los años 70, con apenas 7.5 médicos y 6 enfermeras por cada 10 mil habitantes cuando los estándares recomendados es de al menos 25 trabajadores de salud por cada 10 mil habitantes en áreas rurales y de 44.5 en áreas urbanas. Y es el primer nivel de atención en donde estas brechas se hacen más palpables, así como el reto que presenta la diversidad cultural en Guatemala, ya que a menudo los servicios prestados no son diferenciados a las poblaciones que cubren impidiendo su acceso efectivo al sistema de salud.
La inseguridad alimentaria y nutricional de Guatemala también pone a los guatemaltecos en mayor riesgo frente a la pandemia del Covid-19. Sobre esto, no sobra mencionar que, durante los años 2015–2017 se reportaron 15.8% de personas subalimentadas en el país, comparado con 6.6% en Mesoamérica. Resulta especialmente preocupante que haya más de 1 millón de niños menores de 5 años que padecen de desnutrición crónica en Guatemala, según la última Encuesta Nacional de Salud Materno. Como recalcó el Dr. Ghebreyesus, estos son particularmente vulnerables al virus.
A todo ello se suma el limitado acceso a agua potable y saneamiento en Guatemala para las poblaciones en situación de pobreza. Hay regiones del país, como Alta Verapaz, que según el Censo 2018 es el Departamento más poblado del país, para el cual en el año 2014 solamente 45.6% de los hogares tenían acceso a una red de distribución de agua y solo el 12.5% con una cobertura de drenaje sanitario, según los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2014; y según el Censo 2018, el 45.3% de los hogares tienen acceso a red de tubería dentro de su vivienda o terreno, y solamente el 13.8% tiene conexión a drenaje sanitario. Cuando la principal forma de prevenir el contagio por Covid-19 es mantener la higiene, principalmente a través del lavado de manos, la precaria situación de agua y saneamiento pone a la población en especial riesgo.
El impacto humanitario que este virus puede generar en el país, que potencialmente será mucho peor de lo que hemos visto en países desarrollados (como China, Italia y España), explica entonces la necesidad de tomar el tipo de medidas que el gobierno ha venido tomando en días recientes, aunque las mismas generen también impactos socio-económicos negativos a mediano plazo.
Posibles impactos de las medidas a mediano plazo
Empecemos con las consecuencias humanitarias. En primer lugar, se debe subrayar que, para la población guatemalteca que eventualmente sea contagiada por el Covid-19, además de los riesgos inmediatos a su vida y bienestar, la enfermedad puede afectar el aprovechamiento biológico de los alimentos, como sucede en general con las infecciones respiratorias y otras enfermedades. Ello es muy grave cuando ya muchos de ellos están desnutridos. También corren peligro las personas con padecimientos de salud y enfermedades crónicas, cuyo acceso a los ya limitados servicios de salud se reducirán aún más. Aún quedan muchas cosas por entender sobre el impacto de esta nueva enfermedad, pero en la medida en que la pandemia avanza hacia países donde la pobreza es más prevalente, el Director General de la OMS ha expresado su preocupación sobre el impacto de COVID-19 en algunos de estos países en donde una proporción importante de la población vive con el VIH o la niñez sufre malnutrición.
La pérdida de puestos de trabajo y la recesión económica a la cual se enfrentará el mundo pondrán en una situación muy difícil a las personas que ya de por sí viven en una situación de gran pobreza y precariedad. Además del crecimiento en la tasa de desempleo pronosticada por la Organización Internacional del Trabajo (un estudio inicial de esta agencia de las Naciones Unidas estimó un posible incremento entre 5.3 y 24.7 millones de personas sin empleo), conviene recordar que el país ya de por sí enfrenta una situación precaria en materia de empleo.
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2014, el 68% ciento de la población ocupada de Guatemala no contaba con contrato de trabajo, alcanzando 81.9% en el área rural. Dentro de este grupo, las mujeres sufren mayor desprotección y precariedad laboral, al igual que los refugiados y solicitantes de asilo. Además, aproximadamente el 10% de la población ocupada son trabajadores no remunerados, y, entre los remunerados, los pueblos indígenas y las mujeres reciben una remuneración considerablemente menor a la de otros segmentos poblacionales. Son principalmente estas personas que trabajan en la informalidad y que viven con las ganancias de día a día quienes se verán especialmente desprotegidos para navegar una posible crisis económica.
A ello se suma que la economía de Guatemala es altamente interconectada con el comercio, la inversión extranjera y las remesas, especialmente las provenientes de Estados Unidos. La crisis que también se avecina para este país ―y muy posiblemente para el resto del mundo― tendrá entonces un impacto importante para la economía guatemalteca, independientemente de lo que el gobierno pueda hacer. La posible caída de las remesas (que en 2019 representaron 14% del PIB del país) afectaría una red de protección social importante para un buen número de personas y familias guatemaltecas. Otros sectores de la economía local también se verán posiblemente afectados, como el turismo, los restaurantes y otros negocios, pero su impacto dependerá en gran medida de la duración de la crisis y de las medidas impuestas para contener el brote.
El recrudecimiento de la situación económica y laboral de una buena cantidad de guatemaltecos, a su vez, puede tener serias consecuencias en la seguridad alimentaria y nutricional de las personas puesto que, no sorprende, la cantidad y variedad de alimentos de los cuales disponen las familias está estrechamente relacionado con su capacidad adquisitiva.
El Covid-19 también puede generar o exacerbar tensiones que, si no se tratan de manera temprana, pueden afectar la paz y estabilidad del país. Ha habido muestras de cohesión social y empatía frente a la crisis y el gobierno goza actualmente de un importante respaldo político y social para implementar las medidas adoptadas por el Presidente Giammatei. No obstante, hay riesgos que no se deben ignorar.
Se han observado hechos de intolerancia social y estigma frente a personas sospechosas de llevar el virus y que no están en cuarentena, lo que puede devenir en hechos de violencia. La población migrante y retornada puede ser especialmente afectada por estas respuestas sociales negativas. Más importante aún, si el grado de disrupción de la economía genera un impacto muy negativo en las condiciones de vida de la población (extendiéndose incluso a su acceso a alimentos y servicios de salud), ello también puede exacerbar las tensiones sociales. La información falsa y teorías de conspiración que circulan por las redes sociales podrían ahondar estas tensiones y descontento.
Alternativas y visión global
Lo que se hace evidente es que no se trata de escoger entre la economía o la salud. Este es un falso dilema. Guatemala tiene solo una oportunidad para contener el virus de una manera que le permita mantener su sistema de salud a flote y este es un eslabón necesario para proteger la cadena humanitaria, política y económica del país. El trabajo entonces es continuar conteniendo el virus, al tiempo que se busque mitigar, en la medida de lo posible, otros impactos negativos de mediano plazo.
La buena noticia es que Guatemala no está solo en estos esfuerzos. Así como la pandemia es global, también lo son las soluciones a la misma, así como las medidas que el mundo tomará para recuperar los otros sectores que se puedan ver afectados, como la economía. El mundo está unido por esta crisis, y la forma de enfrentarla es de una manera solidaria y coordinada.
Por ejemplo, en los últimos días han surgido iniciativas financieras globales importantes para darle sustento a los esfuerzos requeridos para afrontar la crisis. El Fondo Mundial para la tuberculosis, malaria y VIH publicó recientemente nuevas directrices para responder al Covid-19. El Fondo Monetario Internacional ha creado un mecanismo de financiamiento expedito de hasta 50 mil millones de dólares con cero intereses para los países más pobres. Y el Fondo de Respuesta al Covid-19 apoya el trabajo de la Organización Mundial de la Salud para contribuir a los esfuerzos nacionales y globales en el desarrollo de vacunas, tratamientos y exámenes de detección. Los recursos puestos a la disposición de la respuesta a COVID-19 debería ser una oportunidad también para corregir de manera sostenible las falencias crónicas de la salud pública contribuyendo así de forma importante a la resiliencia del sector salud y su capacidad de responder a retos futuros.
Solo mediante la solidaridad, la cooperación y la coordinación dentro y entre los países la humanidad superara esta crisis. Como lo expresó el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su mensaje del 16 de marzo, “Estamos juntos en esto -y superaremos esto, juntos”.
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